APUNTES IMPUNTUALES
Texto preambular para la tesis de licenciatura "Marcar el propio ritmo". 2019.
Desde que tengo memoria, siempre he sido asincrónica con el tiempo. Lo conozco de toda la vida, pero jamás hemos estado totalmente de acuerdo.
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Cada cosa que hago, cada decisión que tomo, todo se siente a destiempo.
De niña se manifestaba al arrancar después de tiempo en las carreras, brincar tarde cuando la cuerda daba la vuelta, y en ser la presa ideal para los juegos de persecución; el no estar al tiempo ni al ritmo físico de mis demás compañeros, era la receta perfecta para que no me invitaran a jugar; a menos que ocupara el papel de vigilante, o de carnada para salvar a los demás en los casos de equipo. Sin embargo, el tema es que este destiempo no sólo ha estado presente en los recreos, y no sólo en mi infancia.
Me considero lenta hasta para sentir.
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Me enojo una vez pasada la ofensa, y me enamoro durante la ruptura. Me emborracho después que todos, aunque llegue antes a la fiesta. No solo eso, desde que despierto estoy en discordancia: trabajo mejor durante la noche, en las horas oníricas, y duermo mejor de día, en las horas de la realidad.
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Soñar a la hora de pensar y viceversa. Incluso mi cumpleaños está fuera de tiempo.
Nací en la última semana de diciembre, entre Navidad y Año Nuevo; en el ombligo de las tradiciones de una familia católica mexicana, en fechas que se profesa la familia, la unión y el excesivo gasto comercial; para nada la individualidad simbólica de un cumpleaños. ¿Por qué nadie me dijo que esas no son fechas para cumplir años?
Siempre lo he querido cambiar a marzo o inicios de abril, fechas en las que, si mis cuentas no fallan, fui concebida. Sería una mejor fecha para una fiesta: hace calor, es primavera, la gente iría a mi cumpleaños, pues mi única competencia sería Benito Juárez o el Viacrucis; y esto tomando en cuenta a los muy devotos.
El desfase temporal tiene una presencia constante.
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Lentitud al caminar y al comer, o, al contrario, parpadeo demasiadas ocasiones en pocos segundos, y hablo tan rápido que nadie me entiende.
¿Lento, rápido o a tiempo?
¿Respecto a qué?
¿Respecto a quién?
No estoy segura por quién estoy supeditada en temas de velocidad.
(Velocidad = desplazamiento/tiempo)
De lo que estoy segura es que hay una especie de consenso del tiempo; sobre todo del ritmo y los ciclos.
Quizás porque los ciclos los hallamos en las estaciones del año, o el ritmo en los latidos del corazón. Y sí, también tengo una frecuencia cardiaca lenta; aunque es contradictorio, por mis encuentros recurrentes con las taquicardias.
Por momentos, la vida parece una avalancha de plazos a cumplir en momentos muy precisos: estudiar de tal a tal edad, graduarse lo antes posible, trabajar desde que estudias y lograr grandes hazañas, de preferencia a la menor edad posible, porque la premura productiva y un CV sólido en pocos años de experiencia, son premiados.
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Las dinámicas sociales se validan bajo tiempos determinados como condición de la aceptación y del éxito:
tener un embarazo prematuro te hace inexperta, y siendo madura es peligroso, es una carrera contra el reloj biológico; si te casas joven te faltó vivir, y de no casarte después de cierta edad eres una quedada (palabra que alude al pasado, al rezago de una vida que se adelantó, que ya fue).
Incluso hay que morir a tiempo.
Es una desgracia morirse muy joven, y un “ya descansó” de viejo. Ambos casos son dolorosos, pero en la juventud representa un mundo de posibilidades que no sucederán, el que no recorrió cada etapa (marcada por los tiempos) que tenía que vivir; mientras que la vejez es el que tuvo tiempo suficiente, el que llega a su tiempo límite, y ahora sí puede irse con naturalidad.
¿La vida es tiempo, y el tiempo es natural?
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Al suicida se le condena por querer irse antes de tiempo (¿antes de qué?), mientras que al enfermo terminal se le dopa con cualquier medicamento para seguir “luchando”, incluso contra sí mismo, porque aún no es su momento.
Mi relación con el tiempo ha sido una cuestión de tensiones, un conocernos desde la prisa, un confundirnos en la calma. Con impuntualidad, con ansiedad y a contrarreloj. No somos enemigos, de hecho, no estoy segura de sus intenciones, pero desde estas experiencias me posiciono para entablar un nuevo diálogo con él.